Mientras en Alemania ponen semáforos en el cordón de la vereda para que la gente que camina mirando el celular no sea arrollada al cruzar la calle, hoy vuelvo de un viaje con gente que ha sabido mirar el mundo de otra manera por unos días y que ha tenido la valentía de mirarse profundamente a si mismos, en algunos aspectos, quizás por primera vez.
Peru tiene ese efecto, si se lo sabe evocar.
Mis hijas de 7 y 10 años, no han parado de agradecer las experiencias individuales y colectivas que hemos tenido en el Viaje espiritual en Familia a Machu Picchu, y que me ha tocado de alguna manera “guiar”, pero del que no paro de agradecerle a la vida y a todos lo que participamos en esta aventura extraordinaria.
¡Gracias, gracias, gracias!